1º)
Nunca mirarás a las clientas a la cara:
Al
contrario que cualquier otro vendedor del mundo, la dependienta de
“Inditex” deberá evitar el contacto visual a toda costa.
El más leve roce “pupilar” entre clienta y dependienta
haría presuponer, a la primera, un interés por parte de
la segunda, completamente inexistente.
La
famosa técnica Hellen Keller, consistente en perder las
capacidades visuales y auditivas -en este caso de manera voluntaria-,
en un punto indefinido del horizonte, es de las más
utilizadas.
En
el último momento, cuando cualquier esperanza de interpelación
se haya perdido, la dependienta despertará vocalmente de su
letargo (ya que sus ojos se mantendrán cultivando una vida
interior igualmente inesperada) para ofrecer la respuesta que, por
defecto, se le ha adiestrado para proporcionar: “Lo que hay es lo
que está fuera”.
Su
intención jamás será hacer bien su trabajo, ya
que esta especie de dependientas consideran que atenderte no forma
parte de su labor sino que es un favor personal que te hacen, no sin
perder la oportunidad de demostrar la molestia que dicho acto gentil
les supone.
El
verdadero milagro de Anne Sullivan fue, aunque los libros de
historia lo oculten, que una dependienta de “Zara” tratara con
amabilidad a todo el mundo y hacerla comprender que, a pesar de la
confirmación de “niña mona” que se adquiere con un
puesto como éste, la verdad es que es un trabajo de mierda y
del que te echarán cuando cumplas 30 años.
2º)
Jamás buscarás nada de lo que te pidan:
El
trabajo de dependienta, ironías aperte, y más en
rebajas, es muy estresante.
Recoger
las mil prendas esparcidas por todas partes, que las clientas
desconsideradas vamos abandonando a su suerte, cual niño
imperfecto en la antigua Esparta, deja poco tiempo para otras
tareas (minipunto y punto para el equipo de las dependientas).
Por
eso, no es de extrañar que cualquiera de las dudas sobre
tallas, colores o modelos que suponga tu adentramiento en la selva
consumista de las rebajas, no pueda ser resuelta por la pobre
muchacha cuya jornada laboral se está centrando en nadar entre
los retales de nuestras descatalogaciones.
Y
ésto es tan cierto como que los walkie talkies que usan para
preguntarle a la dependienta fea, que esconden en el almacén y
a la que alimentan de cabezas de pescado (ADVERTENCIA: Visión
personal, sin pruebas que avalen dicha teoría, como las
noticias de Intereconomía), en rebajas es menos utilizado que
las 20 utilidades que te mostraron en el anuncio y por las que te
compraste tu iPhone.
3º)
“Cariño”, la coletilla de la exótica “dependienta
amable” :
Cuenta
la leyenda que en un lugar recóndito del mundo, del que jamás
ha vuelto ningún expedicionario que se haya atrevido a
buscarlo, se cultiva una extraña variedad de “dependienta
amable”. Según cuentan los sabios, es el propio Amancio
Ortega el que se encarga de recolectarlas cuando están maduras
y que, cada año, no hay más de 20 en todo el mundo.
Cual
huevo de Fabergé, pocos son los afortunados que alguna vez han
tenido el privilegio de contemplarlas y, narran; su trato cordial, su
disposición a colaborar con tu compra e, incluso, su atisbo de
sonrisa, en los casos más extremos, agrada y sorprende tanto
como su uso incesante del apelativo “cariño” al final de
cada frase.
4º)
Siempre hablarás con tu compañera mientras estés
cobrando:
El
esfuerzo por no confundir al cliente con la más ínfima
posibilidad de empatía, debe ser constante. Por ello, dicha
actitud debe ser cultivada con escrupulosa minusiocidad hasta el
último momento.
Durante
el proceso que dure la transacción económica
(parsimoniosa eliminación de alarmas a las prendas, incluida),
tu desdén hacia la clienta debe estar siempre de manifiesto.
Sé
que es complicado pero jamás, repito, jamás, se debe
caer en conversaciones triviales, por muy mal que esté el
tiempo ese día ni lo muy “interesante” que haya sido hoy
“Mujeres, hombres y viceversa”.
De
ser incapaz de evitar la irremediable necesidad de una charla
insustancial, se le recomienda acompañarse de una compañera
con la que ignorará, de manera conjunta, a la persona en
cuestión.
5º)
Si no tienes un compañero gay esteriotipado, ni eres
dependienta ni eres nada.
El
mundo de la moda a baja escala es como Telecinco, siempre debe
existir un gay; caricatura de sí mismo que enerve y ofenda con
su actitud desfasada a su propio colectivo.
Cual
irónica manifestación del universo femenino, el
machismo al que puede llegar el mundo, de manera natural es tal, que
la suprema representación de la “dependienta malage” es un
hombre.
Éste
debe ser lo suficientemente guapo como para que las clientas sientan
la necesidad arrolladora de que él las atienda, a pesar de su
más que evidente tendencia sexual, y lo suficientemente
desagradable en el trato cara al público como el puesto
requiere (creo que está así indicado en las ofertas de
trabajo del nombrado grupo empresarial).
P.D:
Ni hago referencia a todas las dependientas ni, por supuesto, a todos
los gays. Mis relatos siempre son críticas mordaces, irónicas
y tan desagradables como cualquier dependienta en rebajas, en este
caso, resultado de la envidia que me corroe, al no ser contratada
como tal por tener el culo demasiado grande o, como dice mi madre,
por ser de cadera ancha.